El ministerio empobrecido de Jesús
"—Pero
señor, usted no tiene ni una soga ni un balde—le dijo ella—, y este
pozo es muy profundo. ¿De dónde va a sacar esa agua viva?" Juan 4:11
(NTV)
"¿De dónde, pues, tienes el agua viva?" Jua_4:11
El
pozo es hondo, ¡muchísimo más hondo de lo que la mujer samaritana
entendía! (Ver Juan 4). Considera las profundidades de la naturaleza
humana y de la vida del hombre, piensa en las aguas profundas de los
"pozos" que hay en ti. ¿Has estado limitando o empobreciendo el
ministerio de Jesús hasta el punto de que Él no puede obrar en tu vida?
Imagínate que dentro de tu corazón hay un pozo profundo de dolor e
inquietud, y que Jesús se acerca y te dice: No se turbe vuestro
corazón... (Jua_14:1). Entonces, tú te encoges de hombros y le
contestas: "Pero, Señor, el pozo es demasiado profundo y ni siquiera Tú
puedes sacar tranquilidad y consuelo de él". Es verdad, Él los trae de
lo alto, Jesús no saca nada de los pozos de la naturaleza humana. Cuando
nosotros únicamente recordamos lo que le hemos permitido hacer al Santo
de Israel en nuestra vida, entonces lo limitamos. También lo hacemos al
decir: "Por supuesto, no puedo contar con que Dios va a hacer esto en
particular". Aquello que pone a prueba su omnipotencia es lo mismo que
nosotros como discípulos de Jesús deberíamos creer que Él hará.
Empobrecemos y debilitamos su ministerio en nosotros cuando olvidamos
que Él es omnipotente; el empobrecimiento está en nosotros, no en Él.
Acudimos a Jesús como nuestro consolador o nuestro Dios compasivo, pero
no queremos acercarnos a Él como nuestro Todopoderoso Dios. Algunos de
nosotros somos ejemplos muy pobres del cristianismo porque no hemos
logrado reconocer que Cristo es omnipotente. Contamos con cualidades y
experiencias cristianas, pero no hay entrega ni rendición a Jesucristo.
Al enfrentarnos a circunstancias difíciles, empobrecemos su ministerio
declarando: "Por supuesto, Él no puede hacer nada al respecto".
Entonces, luchamos por alcanzar el fondo de nuestro gozo y tratamos de
conseguir el agua por nuestros propios medios. Cuídate de la
gratificación de volverte a hundir y afirmar: "¡No se puede hacer!" Tú
sabes que es posible, si miras a Jesús. El pozo de tu limitación es
hondo, pero haz el esfuerzo de apartar la mirada de ti y dirigirla a Él.

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