Hablar y ser el mensaje
"predica
la palabra de Dios. Mantente preparado, sea o no el tiempo oportuno.
Corrige, reprende y anima a tu gente con paciencia y buena enseñanza" 2
Timoteo 4:2 (NTV)
"Que prediques la palabra...", 2Ti_4:2
No
somos salvos únicamente para ser instrumentos o canales de Dios, sino
sus hijos e hijas. Él no te convierte en una especie de "médium", sino
en un mensajero espiritual y lo que tú comunicas debe ser parte de ti.
El mensaje del Hijo de Dios era Él mismo y sus palabras fueron espíritu y
vida (Jua_6:63). Como sus discípulos, nuestra vida debe ser un ejemplo
santo de la realidad de nuestro mensaje. Hasta el corazón natural del
inconverso podrá prestar cualquier servicio, si se le llama a hacerlo.
Pero se necesita el corazón quebrantado por la convicción de pecado,
bautizado por el Espíritu Santo y rendido en sumisión a los propósitos
divinos para que la vida de una persona sea un ejemplo santo del mensaje
de Dios.
Existe una diferencia entre dar un testimonio y
predicar. El predicador es alguien que ha recibido el llamado y está
decidido a usar toda su energía para proclamar la verdad divina. Dios
nos saca de la cabeza las ideas personales que tenemos para nuestras
vidas y nos moldea para su propósito, como hizo con los discípulos
después de Pentecostés. El propósito de Pentecostés no fue enseñarles
algo a los discípulos, sino convertirlos en una encarnación de lo que
predicaban. "Me seréis testigos...", Hch_1:8.
Permítele a Dios
tener perfecta libertad en tu vida cuando hables. Antes de que el
mensaje divino pueda liberar a otras personas, su liberación debe ser
real en ti. Reúne el material que necesitas para hablar y luego deja que
Dios haga arder tus palabras para su gloria.

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