El templo de Dios (Oswald Chambers)
"Dios
destruirá a cualquiera que destruya este templo. Pues el templo de
Dios es santo, y ustedes son este templo" 1Corintios 3:17 (NTV)
“Si
alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el
templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1Co_3:17)
En
este versículo, el templo de Dios se refiere a la asamblea local. Pablo
no alude a individuos cristianos sino al conjunto de creyentes cuando
dice: “el cual sois vosotros”. Los santos en Corinto formaban un templo
de Dios.
Como también el apóstol dice en 1Co_6:19, que
cada creyente individualmente es templo del Espíritu Santo: “¿O ignoráis
que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” El Espíritu
Santo de Dios habita en el cuerpo de cada hijo de Dios.
Pero en el
texto de hoy tenemos bajo consideración la asamblea. Pablo afirma que
si alguien la destruye, Dios a su vez le destruirá. “Con el significado
de destruir se usa de dañar a la iglesia local apartándola de aquella
posición de santidad de vida y de pureza de doctrina en la que debiera
permanecer, 1Co_3:17, ‘destruyere’, y de la destrucción retributiva por
parte de Dios del delincuente que es culpable de este pecado,
‘destruirá’” (W. E. Vine, Diccionario Expositivo, Vol. I).
Nuestro
versículo advierte que es un asunto muy serio intentar hacer daño a una
comunidad local. De hecho, es una forma de autodestrucción. Pongamos un
ejemplo: un hombre no se sale con la suya en la asamblea. O tiene un
enfrentamiento violento de personalidades con otro hermano. En lugar de
resolver el problema como las Escrituras indican, él se va, visita y
organiza a la gente para que se ponga de su lado y crea un partido en la
iglesia. Este grupo mal formado no se humilla ni admite que ha obrado
mal, y así las cosas van de mal en peor. Muy pronto la congregación
padece de una abierta división.
O quizás se trata de una
“hermana carnal” que dirige una campaña de murmuración y maledicencia
contra alguien de la congregación. Su lengua difamatoria golpea a
diestra y a siniestra hasta que la iglesia se llena de pleitos y
amargura. No se detendrá hasta que la asamblea, en otro tiempo próspera,
quede reducida a escombros. Una mujer insumisa y criticona es capaz de
destruir a una iglesia si puede, y después formar otra “iglesia” a su
gusto.
Personas como ésta están en gran peligro porque han
dañado al cuerpo de Cristo, y no podrán salir impunes; pues el gran
Dios del universo está decidido a destruir a los que destruyen Su
asamblea. ¡Alerta, todos aquellos que tienden a crear facciones!

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