¿Lo temporal o lo eterno? (Oswald Chambers)
"Jesús
viajó por toda la región de Galilea enseñando en las sinagogas,
anunciando la Buena Noticia del reino, y sanando a la gente de toda
clase de enfermedades y dolencias" Mateo 4:23 (NTV)
“Y
recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda
dolencia en el pueblo” (Mat_4:23)
Un problema que
vuelve a plantearse entre los cristianos es cómo mantener el equilibrio
adecuado entre la evangelización y el compromiso social. Hasta ahora ha
sido muy común oír cómo se critica a los evangélicos por su excesiva
preocupación por las almas de la gente y el poco interés que tienen por
sus cuerpos. En otras palabras, no dedican el tiempo necesario para
alimentar al hambriento, vestir al desnudo, sanar al enfermo y educar al
analfabeto.
Decir algo en contra de cualquiera de estos
ministerios sería como criticar la maternidad. Ciertamente el Señor
Jesús se preocupó por las necesidades físicas del hombre, y enseñó a Sus
discípulos a hacer lo mismo. Históricamente, los cristianos siempre han
estado al frente en las causas compasivas.
Pero como sucede en
tantas otras áreas de la vida, ésta es una cuestión de prioridades. ¿Qué
es más importante, lo temporal o lo eterno? Si se juzga desde esta
óptica, la predicación del evangelio es lo principal. Jesús dejó
entrever esto cuando dijo: “Esta es la obra de Dios, que creáis...” La
doctrina debe preceder al compromiso social.
Algunos de los
problemas sociales más urgentes del hombre son consecuencia de la falsa
religión. Por ejemplo, hay muchos que mueren de hambre, pero que no se
atreverían a matar a una vaca porque creen que puede ser la
reencarnación de algún pariente. Cuando otras naciones envían enormes
cantidades de trigo, las ratas comen más de él que las personas, porque
nadie las mata. Estas personas están atadas por la religión falsa y
Cristo es la respuesta para sus problemas.
Cuando intentan
mantener un equilibrio entre evangelización y servicio social, siempre
está presente el peligro de ocuparse tanto con el reparto de bocadillos
en la plaza que el evangelio se deja de lado. La historia de las
instituciones cristianas está llena de ejemplos semejantes donde el bien
se ha convertido en enemigo de lo mejor.
Ciertas formas de
participación social son cuestionables si no totalmente descartables.
Por ejemplo, los cristianos nunca deben participar en revoluciones para
derrocar a un gobierno. Es cuestionable recurrir al proceso político
para terminar con las injusticias sociales. Ni el Señor ni los apóstoles
lo hicieron. Puede conseguirse mucho más predicando el evangelio que
por medio de una legislación.
El cristiano que abandona todo para
seguir a Cristo, que vende lo que tiene para darlo a los pobres, que
abre su corazón y bolsillo siempre que ve un caso de genuina necesidad,
nunca se sentirá culpable en lo que concierne a la indiferencia social.

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