"Bienaventurados...", Mat_5:3-11
Mat 5:3 «Dios bendice a los que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de él, porque el reino del cielo les pertenece.
Mat 5:4 Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados.
Mat 5:5 Dios bendice a los que son humildes, porque heredarán toda la tierra.
Mat 5:6 Dios bendice a los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Mat 5:7 Dios bendice a los compasivos, porque serán tratados con compasión.
Mat 5:8 Dios bendice a los que tienen corazón puro, porque ellos verán a Dios.
Mat 5:9 Dios bendice a los que procuran la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Mat 5:10 Dios bendice a los que son perseguidos por hacer lo correcto, porque el reino del cielo les pertenece.
Mat 5:11 »Dios los bendice a ustedes cuando la gente les hace burla y los persigue y miente acerca de ustedes y dice toda clase de cosas malas en su contra porque son mis seguidores. (NTV)
Las afirmaciones de Jesús penetran de manera inadvertida en nuestro subconsciente, porque cuando las leemos por primera vez nos parecen notablemente sencillas y tranquilizadoras. Por ejemplo, las Bienaventuranzas sólo parecen preceptos delicados y hermosos para personas demasiado idealistas y aparentemente ineptas, pero de muy poca utilidad práctica para los duros y laboriosos días del mundo en que vivimos. No obstante, pronto descubrimos que las Bienaventuranzas contienen la "dinamita" del Espíritu Santo y que se "estallan" con las situaciones de nuestra vida. Cuando el Espíritu nos recuerda alguno de los "Bienaventurados", decimos: "¡Qué declaración tan asombrosa!" Pero es ahí cuando debemos elegir si aceptamos el tremendo revolcón espiritual que se producirá en nuestras circunstancias, si obedecemos sus palabras. Esta es la manera como obra el Espíritu de Dios. No es necesario que hayamos nacido de nuevo para interpretar literalmente el Sermón del Monte. Su interpretación literal es un juego de niños. Pero, es una dura labor para el creyente interpretarlas por el Espíritu de Dios, cuando Él aplica a nuestras circunstancias las declaraciones del Señor. Las enseñanzas de Jesús están fuera de toda proporción desde nuestra manera natural de mirar las cosas e inicialmente las recibimos con una incomodidad que sorprende. Debemos moldear gradualmente nuestro andar y nuestra conversación conforme a los preceptos de Jesucristo, a medida que el Espíritu Santo los aplica a nuestras circunstancias. El Sermón del Monte no consiste en una serie de reglas y reglamentos; es una ilustración de lo que viviremos cuando el Espíritu esté haciendo en nosotros lo que Él quiere.

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