Heb
10:34 Porque compartisteis los padecimientos de los presos y el despojo
de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros
mismos una mejor y perdurable herencia (BTx 3)
Sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. Hebreos 10:34
Esta es la verdad. Los bienes terrenales en definitiva poca felicidad proporcionan y son de corta duración.
Empero Dios nos ha prometido bienes positivos e imperecederos en el país de la gloria, y esta promesa engendra en nuestros corazones la certidumbre de que allí tenemos una más perfecta e imperecedera sustancia. Esta posesión la tenéis ahora. Reza el proverbio «vale más pájaro en la mano que ciento volando».
Nosotros tenemos ambas cosas. El cielo es nuestro, aun ahora mismo. En nuestro poder están los documentos, las arras y primicias que le pertenecen. Tenemos la promesa del cielo, y en principio gozamos del cielo anticipadamente; esto lo sabemos no sólo por haberlo oído, sino por la experiencia «en nosotros».
El pensamiento de bienes más excelentes al otro lado del Jordán, ¿no debería resarcirnos de las pérdidas presentes? Podemos perder nuestro dinero, mas nuestro tesoro permanece intacto. Hemos perdido la sombra, mas la sustancia permanece, porque el Señor vive y permanece el lugar que nos ha preparado. Existe un país mucho mejor y mayor abundancia de bienes y una más excelente promesa, todo lo cual nos viene de un pacto mejor; por lo tanto, cobremos ánimo y digamos al Señor: «Cada día te bendeciré y alabaré tu nombre por los siglos y para siempre».
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Sal 112:7 No tendrá temor de malas noticias, Su corazón está firme, confiado en YHVH (BTx 3)
No tendrá temor de malas noticias; Su corazón está firme, confiado en Jehová. Salmos 112:7
Terrible cosa es la incertidumbre. El carecer de noticias de nuestros seres queridos nos sume en la inquietud, y nos cuesta llegar a persuadirnos de que no tener noticias es lo mismo que tenerlas buenas. La fe es el único remedio contra esta clase de tristeza. El Señor, por medio de su Espíritu Santo, inunda nuestro corazón de inefable serenidad, y disipa todo temor presente o venidero. Busquemos diligentemente esta seguridad del corazón de que nos habla el Salmista. No se trata de creer en esta o en la otra promesa del Señor, sino de aquel estado del alma que permite confiar plenamente en Dios, en aquella confianza que en Él tenemos de que nunca nos causará mal alguno ni permitirá que otro nos perjudique. Tal confianza constante afronta tanto lo desconocido como lo conocido de la vida. Suceda lo que suceda en el día de mañana, nuestro Dios es el Dios de mañana. Cualesquiera que sean los acontecimientos que de improviso pueden sobrevenirnos, el Eterno es el Dios tanto de lo conocido como de lo desconocido. Dispuestos estamos a confiar en Él, venga lo que venga. Aun cuando nos acontezca lo peor, sabemos que nuestro Dios está por encima de todo. Por tanto, no temeremos, aunque nos asuste la llamada del cartero, o nos despierten a medianoche con un telegrama. El Señor vive, ¿y de qué pueden temer sus hijos?
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Pro 12:19 El labio veraz permanece para siempre, Pero la lengua mentirosa por un instante (BTx 3)
El labio veraz permanecerá para siempre; mas la lengua mentirosa, sólo por un momento. Proverbios 12:19
La verdad permanece. El tiempo la pone a prueba, mas ella sale victoriosa. Si he hallado la verdad y sufro por ella, debo esperar tranquilo y regocijado. Y si creo en la verdad de Dios, y procuro dar testimonio de ella, podré encontrar oposición, pero no he de temer, porque a la postre la verdad prevalecerá.
¡Cuán despreciable y momentáneo es el triunfo de la mentira! «La lengua de mentira es por un momento». La mentira es como una calabaza vacía que crece en una noche y perece en otra; cuanto mayor sea su crecimiento, más rápida será su ruina. Por el contrario, ¡cuán digno de un ser inmortal es proclamar y defender esta verdad inmutable, el evangelio eterno basado en la verdad de un Dios que no cambia!
Dice un viejo proverbio: «El que habla la verdad avergüenza al demonio». En efecto, el que habla la verdad de Dios avergonzará a todos los demonios del infierno y confundirá a la posteridad de la serpiente que al presente silba sus mentiras.
Procura, alma mía, permanecer siempre al lado de la verdad, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes; pero sobre todo no dejes de estar al lado de Aquél por cuyo medio han venido a los hombres la gracia y la verdad.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Isa
61:6 Pero en cuanto a vosotros, seréis llamados Sacerdotes de YHVH;
Dirán de vosotros: Ministros de nuestro Dios. Comeréis la opulencia de
las naciones, Y entraréis en posesión de su gloria (BTx 3)
Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová. Isaías 61:6
Esta promesa, hecha de un modo directo a Israel, espiritualmente pertenece a su posteridad según el Espíritu, o sea, a todos los creyentes. Si hacemos uso de nuestros privilegios, nuestra vida estará consagrada a Dios de una manera tan evidente, que todos los hombres reconocerán que hemos sido apartados para el servicio del Señor, y nos llamarán sacerdotes de Jehová. Podemos trabajar o negociar, como lo hacen los demás, sin dejar de ser por eso siervos y ministros del Señor.
Nuestra única ocupación será presentar al Dios vivo por Jesucristo el sacrificio perpetuo de nuestra oración, alabanza, testimonio y entera consagración.
Siendo éste nuestro único propósito, dejemos aquellas ocupaciones ordinarias de la vida, que perturban, en manos de aquellos que no tienen una más elevada ocupación.
«Deja a los muertos que entierren a los muertos». Escrito está: «Y estarán extranjeros y apacentarán vuestras ovejas, y los extraños serán vuestros labradores y vuestros viñadores». Pueden dirigir la política, resolver los problemas financieros, discutir de ciencia, e interesarse por las más recientes investigaciones de la crítica, empero nosotros dedicaremos nuestro trabajo a un ministerio que conviene a quienes, como el Señor Jesús, se han consagrado a un sacerdocio perpetuo.
Aceptemos esta promesa que entraña un deber sagrado, y revistámonos del vestido de santidad sirviendo todo el día en la presencia del Señor.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Jua 15:7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y se os hará (BTx 3)
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Juan 15:7
Adviértase bien, si deseamos que Jesús nos escuche, es necesario que nosotros le oigamos a Él. Si no prestamos atención a Cristo, tampoco Él nos oirá; en la medida en que oímos, seremos oídos.
A mayor abundamiento, lo que se ha oído ha de permanecer y vivir en nosotros y después influir en nuestro carácter como una fuerza poderosa. Debemos aceptar las verdades que Jesucristo enseñó, los mandamientos que nos dejó y seguir los impulsos del Espíritu en nosotros; de lo contrario, no tendremos poder alguno ante el trono de su gracia.
Si recibimos las palabras de nuestro Señor y permanecen en nuestros corazones, ¡qué campo sin límites de bendiciones se abre ante nuestros ojos! Podemos expresar nuestra voluntad en la oración porque ya la hemos sometido antes a la voluntad del Señor. De este modo son preparados los Elías para manejar las llaves del cielo y cerrar o desatar las nubes. Un hombre así vale más que mil cristianos ordinarios. ¿Deseamos humildemente ser intercesores con la Iglesia, con el mundo, y, como Lutero, obtener del Señor cuanto queramos? Inclinemos nuestro oído a la voz del Amado, recojamos sus palabras y cumplámoslas fielmente. El que quiera orar con eficacia debe «oír atentamente».
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Jua 15:7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y se os hará (BTx 3)
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Juan 15:7
Si queremos vivir para Cristo, es menester que permanezcamos en Él, y para poder aprovecharnos de la liberalidad de esta promesa, debemos permanecer en Él. Estar con Jesús es no dejarle a cambio de otro amor u objeto, sino mantenerse en comunión con Él de una manera íntima, consciente y libre. El pámpano no solamente está siempre cerca del tronco, sino que de continuo recibe de él vida y fecundidad. Todo verdadero creyente está en Cristo en cierto sentido; pero esta expresión tiene un más alto significado, al que debemos llegar si queremos alcanzar delante de su trono un poder ilimitado. El «pedid todo lo que quisiereis», es para los Enoch que caminan con Dios, para los que como Juan descansan sobre su costado, para aquellos cuya comunión con Cristo es continua.
El corazón debe conservarse en el amor, el entendimiento enraizarse en la fe, y la esperanza asegurarse en la Palabra; todo nuestro ser ha de estar en perfecta armonía con el Señor, sin lo cual sería peligroso confiarle este poder en la
oración. Este poder ilimitado sólo puede ser concedido a quienes tienen por lema: «No ya yo, mas vive Cristo en mí». ¡Qué poder tan maravilloso perdéis todos aquellos que rompéis la comunión con Dios! Si queréis ser poderosos en vuestras oraciones, es menester que el Señor esté en vosotros y vosotros en Él.
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Traducción de Allan Román
1Sa
17:37 Y añadió David: YHVH, quien me ha librado de la garra del león y
de la garra del oso, Él también me librará de la mano de este filisteo.
Entonces Saúl dijo a David: Ve, y YHVH sea contigo (BTx 3)
Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. 1 Samuel 17:37
Si solamente nos fijamos en las palabras, no veremos una promesa; sin embargo, lo es en realidad, porque David pronunció palabras que el Señor confirmó haciéndolas efectivas. De liberaciones pasadas dedujo él que podría recibir socorro en el peligro presente. En Jesús, todas las promesas son Sí y Amén para que el Señor sea glorificado por nosotros. Dios obra todavía con su pueblo como lo hizo en el pasado.
Venid, pues, y recordemos las misericordias del Señor en otro tiempo. En vano hubiéramos soñado en otra época vernos libres por nuestras propias fuerzas; empero el Señor nos liberó. ¿Y no podrá liberarnos nuevamente? Sin duda alguna lo hará. Así como David salió al encuentro de su enemigo, del mismo modo debemos salir nosotros. El Señor que estuvo con nosotros, está también ahora. Él ha dicho: «No te desampararé ni te dejaré». ¿Por qué temblamos? Lo pasado, ¿fue un sueño? Pensad en el oso y en el león muertos. ¿Quién es este filisteo? No se trata aquí ciertamente ni de un oso ni de un león; pero Dios es el mismo y su honor está comprometido tanto en un caso como en otro. No nos salvó de las bestias del campo para que nos matase un gigante. Tengamos valor y no desmayemos.
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Traducción de Allan Román
Sal 115:13 Bendecirá a los que temen a YHVH, A pequeños y a grandes (BTx 3)
Bendecirá a los que temen a Jehová; a pequeños y a grandes. Salmos 115:13
He aquí una promesa consoladora para todos aquellos que viven en humilde posición. Nuestro Dios mira con bondad a quienes carecen de fortuna, talento e influencia.
Dios se preocupa de las cosas más insignificantes de la creación.
Ve a los pajarillos cuando caen en tierra. Nada es pequeño para Dios, porque el Señor se sirve de los más viles instrumentos a nuestros ojos para realizar sus propósitos. Que el más pequeño entre los hombres pida a Dios una bendición sobre su pequeñez, y verá su persona, por insignificante que sea, iluminada por la felicidad.
Entre los que a Dios temen, hay pequeños y grandes. Algunos son niños, otros gigantes. Mas todos son benditos. La fe, por pequeña que sea, es bendecida. La esperanza, por pequeña que sea, es bendecida. Todo don del Espíritu Santo, aunque en germen, lleva dentro de sí una bendición. El Señor Jesús ha comprado con su sangre a grandes y pequeños, y tiene cuidado tanto de los corderos, como de las ovejas crecidas.
No hay madre alguna que no se preocupe de su hijo, por pequeño que sea; antes al contrario, cuanto más pequeño, con mayor ternura le cría. Si el Señor pudiera tener preferencias para con los suyos, a buen seguro que no las pondría en la gradación de «grandes y pequeños», sino de «pequeños y grandes».
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Traducción de Allan Román
Isa
58:11 YHVH te pastoreará siempre, Y en las sequías saciará tu alma y
dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado; Un manantial cuyas
aguas nunca faltan (BTx 3)
Jehová te pastoreará siempre. Isaías 58:11
¿Qué es lo que te inquieta? ¿Has perdido tu camino? ¿Te has extraviado entre la espesura del bosque, y te es imposible encontrar el sendero? Detente, y podrás ver la salud de tu Dios. Él conoce el camino y te guiará si clamas a Él.
Cada día trae su afán. ¡Cuán dulce es saber que el Señor nos pastoreará continuamente! Si elegimos nosotros el camino, o si consultamos a la carne y sangre, rechazamos la dirección de Dios; empero si negáremos nuestra propia voluntad, Él guiará todos los pasos del camino en cada hora del día, en cada día del año, y en cada año de nuestra vida. Si queremos dejarnos guiar seremos guiados. Si encomendamos a Dios nuestros caminos, Él enderezará nuestros pasos para que no nos perdamos.
Mas nótese quién es el que nos ha hecho esta promesa. Lee el versículo anterior: «Si derramares tu alma al hambriento». Debemos simpatizar con nuestros prójimos y darles, no cortezas de pan duro, sino todo aquello que nosotros quisiéramos recibir. Si en la hora de escasez nos mostramos generosos y solícitos con nuestros semejantes, el Señor proveerá a nuestras necesidades y será nuestro continuo guía. Jesús es el Capitán no de los avaros y opresores del pobre, sino de los generosos y compasivos. Tales peregrinos nunca perderán su camino.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Nah
1:12 Pero así dice YHVH: Aunque estén robustos y sean muchos, Con todo
serán cortados, y él pasará. Aunque te he afligido, no te afligiré más
(BTx 3)
Bastante te he afligido; no te afligiré ya más. Nahúm 1:12
Las aflicciones tienen sus limites. Dios las envía, y cuando le place las retira. Suspiras diciendo: ¿cuándo llegará el fin? Acuérdate de que tus penas ciertamente desaparecerán algún dia: cuando termine ésta, nuestra vida terrenal.
Mientras tanto, esperemos en silencio y acatemos con paciencia la voluntad del Señor hasta que venga.
Entre tanto, nuestro Padre Celestial aparta la vara de su castigo cuando ya se han cumplido sobre nosotros sus designios. Cuando con su látigo haya arrojado todas nuestras locuras, cesarán los azotes. Y si la aflicción ha sido enviada para probarnos, con el fin de que nuestros corazones glorifiquen al Señor, estemos ciertos de que la prueba terminará tan pronto como Dios haya sido glorificado con el testimonio de nuestra fe.
Hemos de desear, pues, que no cese la aflicción hasta tanto que hayamos podido tributar a Dios toda la honra que podemos darle.
Tal vez hoy habrá bonanza. ¿Quién sabe si estas olas furiosas no se tornarán algún día en mar de vidrio y las aves marinas puedan posarse sobre su apacible superficie?
Después de una larga tribulación se levanta el trillo de la era, y el trigo reposa en el granero. Tal vez, al cabo de pocas horas, nuestro gozo sobrepujará nuestra pasada tristeza. Para el Señor no es difícil trocar la noche en día. El que amontona las nubes en el cielo puede también disiparlas. Cobremos ánimo. En adelante todo irá mejor, y anticipadamente entonemos un aleluya regocijado
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Sal 145:19 Cumplirá el deseo de los que lo temen, Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará (BTx 3)
Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. Salmos 145:19
El mismo Espíritu de Dios ha producido en nosotros este deseo, y, por tanto, lo cumplirá. Su vida en nosotros es la que inspira este clamor, y, por tanto, Él lo oirá.
Quienes temen a Dios son aquellos que están piadosamente influidos por Él, y, por lo tanto, su deseo es glorificar a Dios y gozar de su presencia eternamente. Como Daniel, son hombres de santos deseos y el Señor hará que sus aspiraciones tengan cumplimiento.
Estos santos deseos son otras tantas gracias en germen, y el celestial jardinero las cultivará hasta que lleguen a sazonar como el grano en la espiga. Los hombres que temen a Dios desean ser santos, útiles y de bendición para los demás, y con ello glorifican al Señor. Reclaman su ayuda en sus necesidades, piden fuerzas para sobrellevar la carga, consejo en sus perplejidades y liberación en sus congojas. A veces este deseo es tan intenso y su angustia tan apremiante que, en medio de su agonía, claman como los pequeñuelos en su dolor, y el Señor obra compasivamente y según su promesa «los salvará».
En efecto, si tememos a Dios, nada hemos de temer; si clamamos al Señor, segura será nuestra salvación.
Amado lector: pon este versículo en tus labios y guárdalo en tu boca todo el día, y te será como «hojuelas con miel».
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
2Cr 15:7 Pero vosotros esforzaos y no aflojéis vuestras manos, porque vuestra labor será recompensada (BTx 3)
Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; pues hay recompensa para vuestra obra. 2 Crónicas 15:7
Grandes cosas hizo Dios por el rey Asa y por Judá; sin embargo, era un pueblo débil. Sus pies vacilaban en el camino del Señor, y sus corazones andaban indecisos. Necesitaban saber que el Eterno estaría con ellos mientras se mantuvieran fieles en su servicio; mas si ellos le abandonaban, serían por Él abandonados. Del mismo modo fue menester recordar a su vecino reino de Israel cuánto mal les resultó de su rebelión, y cuán bondadoso se les mostró cuando se arrepintieron.
El propósito de Dios era confirmarles en su camino y fortalecerles en la justicia. Dios merece que le sirvamos con toda la energía de que somos capaces.
El servicio de Dios es digno de cualquier sacrificio. Si lo hacemos con diligencia y decisión, encontraremos en la obra del Señor la más rica recompensa. Nuestro trabajo en el Señor no es vano, lo sabemos perfectamente. El trabajo realizado sin esfuerzos, no nos proporcionará beneficio alguno; mas cuando se lleva a cabo con entereza, prosperará.
Este versículo fue el mensaje que recibió el autor en un día de terrible y pavorosa tormenta, y le decidió a forzar el vapor para poder llegar con toda seguridad al puerto con una carga gloriosa.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Ose
11:9 No ejecutaré el ardor de mi ira, no me volveré para destruir a
Efraín, Por cuanto Yo soy ’El, y no hombre; El Santo en medio de ti, no
vendré con furor (BTx 3)
No ejecutaré el furor de mi ira, no volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre. Oseas 11:9
De este modo manifiesta Dios su clemencia. Tal vez se halla el lector bajo la impresión del enojo de Dios, y presienta una ruina rápida. Sirva este versículo para librarte de la desesperación. El Señor te invita ahora a examinar tus caminos y a confesar tus pecados. Si fuera un hombre, hace mucho tiempo que habría cortado el hilo de tu vida. Si obrara como los hombres, después de la amonestación habría sobrevenido el castigo, y puesto fin a tu vida. Mas Dios no obra así, porque «como son más altos los cielos que la tierra, así son sus caminos más altos que vuestros caminos».
Sobradamente sabes que Dios está enojado, mas su enojo no es para siempre: Si te conviertes a Jesús, Dios depondrá su ira. Porque Dios es Dios y no hombre, aun cuando estés hundido en el cieno del pecado, tendrá misericordia de ti. Date cuenta de que has de tratar con Dios, no con hombres crueles, ni siquiera con hombres justos. Ningún ser humano podría ser paciente contigo: a los mismos ángeles habrías molestado como has afligido a tu propio padre, mas Dios es paciente. Puedes probarlo ahora mismo. Confiésale tus pecados, cree y arrepiéntete y serás salvo.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Sal 115:12 YHVH se acordó de nosotros, Él nos bendecirá, Bendecirá a la casa de Israel, Bendecirá a la casa de Aarón (BTx 3)
Jehová se acordó de nosotros; nos bendecirá. Salmos 115:12
En cuanto a mí, podría firmar en mi propio nombre este primer testimonio. ¿Podrías hacerlo tú? Sí, Jehová se acordó de nosotros; nos ha consolado, nos ha liberado y nos ha guiado. En su paternal providencia ha tenido memoria de nosotros, y no nos ha dejado un solo momento de nuestra vida. Siempre nos tiene presentes: tal es el significado de la palabra «acordarse».
Así ha sucedido siempre, y así acontecerá en lo porvenir. Sin embargo, en muchos casos, hemos podido comprobar de un modo clarísimo esta su providencia, y podríamos recordarlo a los demás llenos de gozosa gratitud. Sí, «Jehová se acordó de nosotros».
La frase que sigue es consecuencia lógica de la anterior. Dios no cambia, y, como lo hizo en el pasado, asít ambién lo hará en el futuro. Ahora bien, acordarse es sinónimo de bendición. Empero no se trata de conclusiones dictadas por la razón, sino de afirmaciones de la Palabra inspirada por Dios.
Estas afirmaciones están respaldadas por el Espíritu Santo: «Nos bendecirá». Esto quiere decir cosas grandes e incomprensibles. Lo indefinido de la promesa tiene un alcance verdaderamente infinito. Nos bendecirá como Dios bendice, y su bendición será eterna. Por tanto, digamos agradecidos: «Bendice, oh alma mía, a Jehová».
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Sal 32:10 Muchos dolores habrá para el impío, Pero al que confía en YHVH lo rodea la misericordia (BTx 3)
El que espera en Jehová, le rodea la misericordia. Salmos 32:10
¡Qué galardón tan espléndido para el que confía! ¡Quiera el Señor concedérmelo con abundancia! Quien en Él confía se confiesa el mayor pecador del mundo, y para él está preparada la misericordia de Dios. Sabe que ningún mérito hay en él, mas la misericordia desciende sobre su persona y se le concede con liberalidad. ¡Señor, concédeme esta gracia, porque en ti confío!
Considera, alma mía, la defensa que te rodea.
A la manera que un príncipe se halla cercado de soldados, así lo estás tú de la misericordia de Dios. Delante y detrás de ti, por todos los lados, puedes contemplar esta numerosa guardia de la gracia.
Nos encontramos en el centro mismo de la gracia porque estamos en Cristo Jesús.
¡Oh, alma mía! ¡Qué atmósfera te envuelve! Del mismo modo que el aire te rodea por todas partes, así te circunda la misericordia de Dios. Grandes males están reservados para los malos; en cambio, hay para ti tanta abundancia de dones, que ni siquiera merecen mencionarse las tribulaciones.
Dice David: «Alegraos en Jehová, y gozaos, justos; y cantad todos vosotros, los rectos de corazón». Obedeciendo este mandato mi corazón triunfará en Dios y manifestará su gozo. De la manera que Tú me has cercado de tu misericordia, así andaré yo alrededor de tus altares, oh mi Dios, con himnos de gratitud por tu liberación.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Deu 28:3 Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo (BTx 3)
Bendito tú en el campo. Deuteronomio 28:3
Isaac fue bendito cuando, al atardecer, salió al campo para meditar. ¡Cuántas veces nos ha encontrado el Señor cuando estábamos solos! Las setas y los árboles pueden dar testimonio de nuestra alegría, y abrigamos la esperanza de poder disfrutar nuevamente de esos apacibles momentos.
Booz fue bendito cuando recogió su cosecha, y sus siervos le saludaron con bendiciones. ¡Que el Señor prospere a todos aquellos que siguen el arado! El agricultor que obedece la voz de Dios puede presentar esta promesa en su presencia.
Vayamos al campo a trabajar como lo hizo nuestro padre Adán; desde que la maldición de Dios cayó sobre la tierra a causa del pecado del primer Adán, es un consuelo poder encontrar una bendición en el segundo.
Vayamos al campo para ejercitar nuestros cuerpos, en la esperanza cierta de que Dios bendecirá este ejercicio que fortalecerá nuestra salud y que servirá para su gloria.
Vayamos al campo para estudiar allí las maravillas de la creación porque todo conocimiento de la naturaleza puede ser santificado y utilizado del modo más eficaz para la bendición del Señor.
Finalmente, hemos de ir al campo para enterrar a nuestros muertos, que otros, a su vez irán para dar sepultura a los suyos. También allí encontraremos la bendición de Dios cuando lloremos, o descansemos en Él.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Gén
13:14-15 Y después que Lot se separara de su lado, YHVH dijo a Abram:
Alza ahora tus ojos y mira del lugar donde estás hacia el norte y hacia
el Neguev, y hacia el oriente y hacia el mar, porque toda la tierra que
tú ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre (BTx 3)
Y Jehová dijo a Abram después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y al sur, y al oriente y al occidente; porque toda la tierra que ves la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Génesis 13:14-15
Bendición especial en una ocasión memorable.
Abraham había dado fin a una contienda familiar: «No haya ahora altercado entre nosotros dos, porque somos hermanos».
Por lo tanto, él recibió la gracia prometida a los pacíficos. El Señor y dador de toda paz se complace en manifestar su gracia a quienes buscan la paz y la siguen. Si deseamos gozar de una más íntima comunión con Dios, tenemos que seguir más de cerca los caminos de la paz.
Abraham se comportó de un modo muy espléndido con su pariente permitiéndole escoger la tierra. Si renunciamos a nosotros mismos por amor de la paz, el Señor nos recompensará con largueza. Abraham podía reclamar toda la tierra que alcanzaba su vista, y nosotros podemos hacer lo mismo por la fe. Abraham tuvo que esperar hasta conseguir la posesión que se le prometía, mas el Señor entregó a él y a su posteridad la tierra prometida. Por el don de la alianza nos pertenecen infinitas bendiciones. Todo es nuestro. Cuando nuestra vida es grata al Señor, nos permite mirarlo todo en derredor nuestro y considerar como nuestras todas las cosas; lo presente y lo porvenir todo es nuestro y nosotros de Cristo y Cristo de Dios.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Isa
44:3 Yo derramaré aguas sobre el sequedal, Y torrentes sobre la tierra
seca: Derramaré mi Espíritu sobre tu simiente, Y mi bendición sobre tus
renuevos (BTx 3)
Mi espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos. Isaías 44:3
Nuestros hijos, por naturaleza, carecen del Espíritu de Dios, como podremos comprobarlo. En ellos podemos advertir muchas cosas que nos hacen temer por su porvenir, lo cual debe ser objeto de nuestras súplicas y oraciones. Cuando uno de nuestros hijos se pervierte, clamamos con Abraham: «¡Ojalá Ismael viva delante de ti!» Preferiríamos ver a nuestras hijas humildes y piadosas antes que emperatrices. Este texto debería animarnos mucho. Viene a continuación de estas palabras: «No temas, siervo mio, Jacob», y por tanto no debemos amedrentarnos.
El Señor dará su espíritu y lo dará en abundancia; lo dará eficazmente para que sea una verdadera y eterna bendición. Con esta efusión divina, nuestros hijos avanzarán, y «éste dirá: Yo soy de Jehová; y el otro se llamará del nombre de Jacob».
Ésta es una de las promesas cuyo cumplimiento quiere el Señor que se lo pidamos. ¿No deberíamos, en determinados momentos, orar por nuestros hijos? Somos incapaces de darles un nuevo corazón, pero el Espíritu Santo puede hacerlo, y quiere que se lo pidamos. El Padre Celestial se contenta mucho de las oraciones de los padres. ¿Está fuera del arca alguno de nuestros seres queridos? No descansemos hasta verlos metidos en ella por la mano del Señor.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
Hch 22:15 Porque le serás testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído (BTx 3)
Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Hechos 22:15
El apóstol Pablo fue escogido para ver al Señor y oír cómo le hablaba desde el cielo. Esta elección fue para él un singular privilegio. Sin embargo, la bendición recibida no fue para que únicamente se ciñera a su persona, sino para que influyera en los demás y en todos los hombres. Europa entera debe a san Pablo el evangelio que ahora tiene.
También a nosotros, en la medida de nuestras fuerzas, incumbe la obligación de ser testigos de lo que el Señor nos ha revelado; y esconder esta gloriosa revelación constituiría un peligro para nosotros. Primero, debemos ver y oír; de lo contrario, nada tendríamos que comunicar; mas si hemos visto y oído, debemos sentir ansias de dar nuestro testimonio.
Y nuestro testimonio ha de ser personal: «has de ser». Ha de ser para Cristo. «Has de ser testigo suyo». Debe ser constante y absorberlo todo. Ante todas las cosas, y dejando a un lado otras muchas, debemos ser testigos. Nuestro testimonio no ha de dirigirse a unos pocos escogidos que lo aceptarían con agrado, sino a todos, a cuantos podamos alcanzar, lo mismo a jóvenes que ancianos, ricos y pobres, buenos y malos. No hemos de callar, como si estuviéramos poseídos de un espíritu mudo, porque el versículo en cuestión es un mandamiento y una promesa, y debemos cumplirlo. «Has de ser testigo suyo». «Vosotros sois mis amigos, dice Jehová». ¡Cumple, Señor, también en mí tu palabra!
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Traducción de Allan Román
Zac
13:9 Y a esa tercera parte la haré pasar por el fuego, Y los refinaré
como se refina la plata, Y los probaré como se prueba el oro. Invocará
mi Nombre, y Yo le responderé, Y diré: Es mi pueblo, Y él dirá: YHVH es
mi Dios (BTx 3)
Y meteré en el fuego la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y, yo le oiré y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios. Zacarías 13:9
La gracia nos trueca en metal precioso: después vienen como consecuencia natural el horno y el fuego. ¿Nos espanta esta visión? ¿Preferimos ser estimados sin valor alguno, como las piedras del campo, con tal de gozar de quietud y descanso? Esto sería escoger la parte más despreciable, como hizo Esaú renunciando a la alianza por un plato de comida. ¡No, Señor, antes ser lanzados al horno que arrojados de tu presencia!
El fuego afina los metales, no los destruye.
Seremos pasados por el fuego, mas no quedaremos en él. El Señor estima a su pueblo como a la plata; por eso quiere purificarlo de la escoria. Si somos sabios, sabremos apreciar el proceso de la fundición, antes que rehusarlo. Nuestra oración ha de consistir en pedir, no que seamos sacados del crisol, sino que desaparezca la escoria.
¡Oh, Señor, Tú nos pruebas de verdad! A punto estamos de derretirnos bajo el calor de la llama. Sin embargo, éste es tu camino, y tu camino es el mejor.
Sosténnos en la prueba y perfecciona la obra de nuestra purificación, y tuyos seremos para siempre.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román